the long and winding road (XVIII)
XVIII. Melisa está en algo
Me miro en el espejo. Es verdad. Es verano del año 2001 y estoy en algo. Primero me vi en el espejo arrodillada, sin nada encima. Fue un primer encuentro (o reencuentro) conmigo. No lo sé. En fin. La cosa es que estaba encerrada en mi cuarto, después de aquella ducha, cuando me di cuenta de que no había nadie. Entonces caminé desnuda por aquí y por allá, y luego pensé en cerrar las ventanas y bajar a la cocina y prepararme algo de comer. Estaba loca. Por primera vez en mi vida me di cuenta que yo no era muy alta. Pero era delgada. Y mi pelo era castaño. Y mi cuerpo era saludable y tenía la forma...
Me metí en mi habitación y dejé caer la bata (una vez que cerré las cortinas y me estabilicé un poco). Casi me vuelvo loca con esto. Reuní un montón de espejos. No muchos. Tampoco muy grandes. Eran espejos normales, ya saben, como lo que hay en cualquier casa, y los coloqué en lugares estratégicos. Uno aquí, otro allá. Uno para mirarme el trasero (no es una imagen muy bella, lo sé) y otro para poder verme en un ángulo en el que nunca imaginé verme. Entonces, cuando me vi de aquella manera, me di cuenta: estaba buena. Y podía, bajo este concepto, sentirme aliviada, no desesperarme tanto por nada. Ser sociable, llamar a muchas amigas. No deprimirme tanto cada vez que me doy cuenta de lo sola que estoy, y lo desgraciada que puede ser mi vida. Siendo así nada podía ser tan malo.
Pero creo que ese sentimiento no duró demasiado. A la media hora me sentía otra vez normal, y la magia del espejo había perdido todo su encanto. Nunca fui vanidosa (ni siquiera eso). No soy el cuero del año, nada más estoy en algo. Podré ponerme un bikini y alucinarme cualquier cosa menos una modelo de pasarela. No soy lo suficientemente alta.
Llega el mes de febrero. Cumplo seis meses con Michael. Cenamos fuera, caminamos por el parque Kennedy tomados de la mano y todo eso. Luego siento que Michael y yo tambaleamos ante lo corriente de nuestra situación, y me pregunto por qué a veces la cotidianidad de los días convierte nuestra vida en algo raro.
Una vez que llegamos al mar Michael y yo discutimos acaloradamente de algo que no entiendo. Es domingo y estoy algo cansada así que mientras Michael (en un punto muerto durante nuestra discusión) mira con tristeza la nada, yo contemplo con cierto misticismo su cabello, rubio, que se desordena con el viento que llega a nosotros desde el océano Pacífico. Y bostezo.
Veo que Michael parece muy triste y lo intento mirar a los ojos, llamando su atención. Siento que inclino un poco la cabeza a un lado y me toco el cuello. Llevo puesto uno de aquellos vestidos veraniegos que me he comprado. Intento transmitirle sentimentalmente algo pero creo que no puedo, es por igual muy inútil.
Le pregunto:
- Amor, ¿te sientes bien?
Michael no contesta, nada más se limita a mirar el horizonte y el mar, oscuro, que está en frente nuestro. Le pregunto por sus amigos. Qué estarán haciendo, le pregunto, pero no obtengo respuesta. Finalmente, le digo:
- Michael, ¿por qué no hemos hecho aún el amor?
Y Michael no responde.
Voy a la playa, los chicos me miran. Tengo puesto un bikini negro y Michael no me acompaña. Estoy con Yesenia que se ríe de todo y habla de comprar un par de cervezas. Es verano del 2001 y parece que todo va a salir bien. Le pregunto a Yesenia por la Universidad.
- ¿Qué tiene?
- Debiste ingresar por Primera Opción.
Yesenia se ríe
- ¿Como tú?
Me limito a no responder. En la playa donde estamos hay sombrillas y heladeros, pobres individuos que van de aquí a allá vendiendo panes de pollo con papitas al hilo.
- Ni loca -dice- ¿Y perderme el verano?
Recuerdo que Yesenia dio el examen de Primera Opción, le hizo gastar dinero a sus padres y simplemente no ingresó. No ingresó porque no quiso.
Al final yo no soy nadie para decirle a Yesenia qué hacer y qué no hacer. Me doy cuenta de que llama a alguien con señas indescifrables y veo a Caneto caminando descalzo sobre la arena caliente. Por alguna razón sonrío y siento que me alegro mucho de verlo.
- ¡Primito! -grita Yesenia.
Es un saludo extraño.
Ambas nos hemos puesto bloqueador solar. Caneto lleva el pelo húmedo y unos anteojos de sol Okley. Su ropa de baño negra, Curl Silver, se ve desgastada y vieja. Nos saluda cariñosamente y se sienta junto a nosotras a conversar.
- ¿Y qué han estado haciendo? -pregunta.
Me siento rara hablando con él en bikini. Me preocupa lo que pueda pasar.
- Aquí pues.
Caneto mira el horizonte del mar. Son como las doce del mediodía. El sol le cae a todo el mundo en la cabeza, en la cara, en los cuerpos. Pronto por todos lados están de ésos que bajan a la playa y comen cosas como arroz con pollo y papa a la huancaína. Intento no concentrarme en eso.
- Melisa, ¿qué sabes de la gente del Colegio?
Miro sonriente a Caneto. No quiero sonreír tanto pero no logro evitarlo. A cada cosa que dicen respondo con una risa sonsa, conciliadora. Pero no quiero hablar de nadie del Colegio, por alguna extraña razón ahora me repugnan todos. Me gustaría tener unos anteojos de sol como los de Caneto.
- No, no... -le digo-. No sé nada de nadie...
Me río otra vez. Un chico ha bajado a la playa y parece que se va a meter al mar a correr olas. Lleva una tabla profesional consigo. Me doy cuenta que Yesenia y Caneto se ríen. No sé si se ríen de lo que yo dije o si se ríen sólo porque yo empecé a reírme primero. La cosa es que Yesenia me mira con extrañeza y frunce el ceño. Quizá sea por el sol que nos cae en la cara. Me pregunto si Caneto ha traído consigo toallas y un polo como la mayoría de la gente normal.
- ¿Ingresaste por Primera Opción? -me pregunta Caneto, después de que Yesenia le ha contado acerca de algo.
Le respondo que sí. Caneto dice:
- Yo también.
Parezco sorprendida. Me siento desnuda frente a Caneto. Me pregunto qué estará haciendo Michael. Me dedico a olvidarlo. Pienso en no contarle nada. Le diré que bajé a la playa con Yesenia y que no me encontré a nadie aquí abajo.
Veo que Yesenia se pone de pié (nos enseña a Caneto y a mí su hermosos cuerpo, su pelo negro hasta los hombros, amarrado en una media cola, y sus piernas largas y firmes) y Caneto mira con desagrado a su prima. Le dice algo en todo burlón y ésta lo manda a callar. Sin decir una palabra más Yesenia se aleja y se pierde entre la multitud. Muy pronto es otra cabeza oscura flotando en la orilla.
Me miro en el espejo. Es verdad. Es verano del año 2001 y estoy en algo. Primero me vi en el espejo arrodillada, sin nada encima. Fue un primer encuentro (o reencuentro) conmigo. No lo sé. En fin. La cosa es que estaba encerrada en mi cuarto, después de aquella ducha, cuando me di cuenta de que no había nadie. Entonces caminé desnuda por aquí y por allá, y luego pensé en cerrar las ventanas y bajar a la cocina y prepararme algo de comer. Estaba loca. Por primera vez en mi vida me di cuenta que yo no era muy alta. Pero era delgada. Y mi pelo era castaño. Y mi cuerpo era saludable y tenía la forma...
Me metí en mi habitación y dejé caer la bata (una vez que cerré las cortinas y me estabilicé un poco). Casi me vuelvo loca con esto. Reuní un montón de espejos. No muchos. Tampoco muy grandes. Eran espejos normales, ya saben, como lo que hay en cualquier casa, y los coloqué en lugares estratégicos. Uno aquí, otro allá. Uno para mirarme el trasero (no es una imagen muy bella, lo sé) y otro para poder verme en un ángulo en el que nunca imaginé verme. Entonces, cuando me vi de aquella manera, me di cuenta: estaba buena. Y podía, bajo este concepto, sentirme aliviada, no desesperarme tanto por nada. Ser sociable, llamar a muchas amigas. No deprimirme tanto cada vez que me doy cuenta de lo sola que estoy, y lo desgraciada que puede ser mi vida. Siendo así nada podía ser tan malo.
Pero creo que ese sentimiento no duró demasiado. A la media hora me sentía otra vez normal, y la magia del espejo había perdido todo su encanto. Nunca fui vanidosa (ni siquiera eso). No soy el cuero del año, nada más estoy en algo. Podré ponerme un bikini y alucinarme cualquier cosa menos una modelo de pasarela. No soy lo suficientemente alta.
Llega el mes de febrero. Cumplo seis meses con Michael. Cenamos fuera, caminamos por el parque Kennedy tomados de la mano y todo eso. Luego siento que Michael y yo tambaleamos ante lo corriente de nuestra situación, y me pregunto por qué a veces la cotidianidad de los días convierte nuestra vida en algo raro.
Una vez que llegamos al mar Michael y yo discutimos acaloradamente de algo que no entiendo. Es domingo y estoy algo cansada así que mientras Michael (en un punto muerto durante nuestra discusión) mira con tristeza la nada, yo contemplo con cierto misticismo su cabello, rubio, que se desordena con el viento que llega a nosotros desde el océano Pacífico. Y bostezo.
Veo que Michael parece muy triste y lo intento mirar a los ojos, llamando su atención. Siento que inclino un poco la cabeza a un lado y me toco el cuello. Llevo puesto uno de aquellos vestidos veraniegos que me he comprado. Intento transmitirle sentimentalmente algo pero creo que no puedo, es por igual muy inútil.
Le pregunto:
- Amor, ¿te sientes bien?
Michael no contesta, nada más se limita a mirar el horizonte y el mar, oscuro, que está en frente nuestro. Le pregunto por sus amigos. Qué estarán haciendo, le pregunto, pero no obtengo respuesta. Finalmente, le digo:
- Michael, ¿por qué no hemos hecho aún el amor?
Y Michael no responde.
Voy a la playa, los chicos me miran. Tengo puesto un bikini negro y Michael no me acompaña. Estoy con Yesenia que se ríe de todo y habla de comprar un par de cervezas. Es verano del 2001 y parece que todo va a salir bien. Le pregunto a Yesenia por la Universidad.
- ¿Qué tiene?
- Debiste ingresar por Primera Opción.
Yesenia se ríe
- ¿Como tú?
Me limito a no responder. En la playa donde estamos hay sombrillas y heladeros, pobres individuos que van de aquí a allá vendiendo panes de pollo con papitas al hilo.
- Ni loca -dice- ¿Y perderme el verano?
Recuerdo que Yesenia dio el examen de Primera Opción, le hizo gastar dinero a sus padres y simplemente no ingresó. No ingresó porque no quiso.
Al final yo no soy nadie para decirle a Yesenia qué hacer y qué no hacer. Me doy cuenta de que llama a alguien con señas indescifrables y veo a Caneto caminando descalzo sobre la arena caliente. Por alguna razón sonrío y siento que me alegro mucho de verlo.
- ¡Primito! -grita Yesenia.
Es un saludo extraño.
Ambas nos hemos puesto bloqueador solar. Caneto lleva el pelo húmedo y unos anteojos de sol Okley. Su ropa de baño negra, Curl Silver, se ve desgastada y vieja. Nos saluda cariñosamente y se sienta junto a nosotras a conversar.
- ¿Y qué han estado haciendo? -pregunta.
Me siento rara hablando con él en bikini. Me preocupa lo que pueda pasar.
- Aquí pues.
Caneto mira el horizonte del mar. Son como las doce del mediodía. El sol le cae a todo el mundo en la cabeza, en la cara, en los cuerpos. Pronto por todos lados están de ésos que bajan a la playa y comen cosas como arroz con pollo y papa a la huancaína. Intento no concentrarme en eso.
- Melisa, ¿qué sabes de la gente del Colegio?
Miro sonriente a Caneto. No quiero sonreír tanto pero no logro evitarlo. A cada cosa que dicen respondo con una risa sonsa, conciliadora. Pero no quiero hablar de nadie del Colegio, por alguna extraña razón ahora me repugnan todos. Me gustaría tener unos anteojos de sol como los de Caneto.
- No, no... -le digo-. No sé nada de nadie...
Me río otra vez. Un chico ha bajado a la playa y parece que se va a meter al mar a correr olas. Lleva una tabla profesional consigo. Me doy cuenta que Yesenia y Caneto se ríen. No sé si se ríen de lo que yo dije o si se ríen sólo porque yo empecé a reírme primero. La cosa es que Yesenia me mira con extrañeza y frunce el ceño. Quizá sea por el sol que nos cae en la cara. Me pregunto si Caneto ha traído consigo toallas y un polo como la mayoría de la gente normal.
- ¿Ingresaste por Primera Opción? -me pregunta Caneto, después de que Yesenia le ha contado acerca de algo.
Le respondo que sí. Caneto dice:
- Yo también.
Parezco sorprendida. Me siento desnuda frente a Caneto. Me pregunto qué estará haciendo Michael. Me dedico a olvidarlo. Pienso en no contarle nada. Le diré que bajé a la playa con Yesenia y que no me encontré a nadie aquí abajo.
Veo que Yesenia se pone de pié (nos enseña a Caneto y a mí su hermosos cuerpo, su pelo negro hasta los hombros, amarrado en una media cola, y sus piernas largas y firmes) y Caneto mira con desagrado a su prima. Le dice algo en todo burlón y ésta lo manda a callar. Sin decir una palabra más Yesenia se aleja y se pierde entre la multitud. Muy pronto es otra cabeza oscura flotando en la orilla.
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